sábado, 7 de septiembre de 2013

El por qué del mismo por qué

El por qué de los por qué

Aún la noche es fría, llena de suspiros no combustionados de deseos inconclusos. Miro de reojo mi cama, al abrirlos, me veo caminar por la calle de los pensares más abstractos, donde dos saltos con forma de cuerpo ponen mi cabeza en la realidad. Siddhartha quedaría pequeño al lado de la primera figura, el deseo más parece una melancolía del complemento en el desarrollo de algún equipo que de la propia figura del amor puro que Fromm alguna vez quiso ideal. La segunda, quizás consecuencia del primero, mas es consecuencia de nosotros mismos. ¿Quién pensaría que vosotros otra vez preocupara más una figura de igual duoplía de X? El pseudo-siddartha sigue su camino de fiel espíritu, con la necesidad de verlo, pero jamás hablar. La duoplía de X, cala más hondo en la mediad que aquel personaje se aleja, y en consecuencia, Fromm susurra al oído con su separatidad, alude a las consecuencias necesarias, a qué deseamos, y la respuesta es tan simple de pensarla, pero tan difícil de actuarla. He pecado en actuar, he pecado en decir la verdad en el momento oportuno, he pecado en que lo implícito ha llevado a que ambos caigan en un juego, en donde el lugar con más piel gana, por sobre el lugar con más interés afectivo-efectivo. Corro, miro mi cuero, el laberinto siempre son dos caminos, la izquierda manda, quién sabe por qué. Vuelvo a mirar aquel monstruo verde que cree dormir, pero temporalmente muerto está. Vuelve, despierto, su realidad a muerto, ha muerto Dios, ha muerto todo, los árboles cambiaron de hojas, los lápices se secaron de tanto esperar la respuesta, todo acabó en un visto, todo, hasta la vida en que él era. Él ha muerto para jamás volver. Él ha muerto y nada más queda por hacer. Él ha muerto, ambos tres lamentan el quehacer.


 

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